El bombero jeta y el despropósito del cupo

Tal y como estaba cantado, ha vuelto a ocurrir. No ha pasado todavía un año desde que el Gobierno aprobó la última Ley Trans y ya tenemos a otro listo que, tras haberse presentado a las oposiciones a bombero del ayuntamiento de Madrid y no obtener la nota necesaria, ha optado por declararse mujer – barbuda y con un par, pero 'mujer'– con lo que ha conseguido plaza desplazando a un compañero. 

En mi humilde opinión, el primer disparate de toda esta historia es que para ser bombero existan pruebas diferentes para hombres y para mujeres. Supuestamente, alguien que se dedica a esa profesión tiene que tener una serie de habilidades y capacidades independientes de su sexo, entre ellas la rapidez y la fuerza, cualidades en las que tiene que existir un mínimo común que permita sujetar una manguera, manejar una pala y cargar con una persona inconsciente. Si ese mínimo es el que se impone en las pruebas femeninas, no entiendo por qué a los hombres se les exige más, y si, por el contrario, el mínimo razonable es el de los bomberos macho, que se rebaje es un despropósito.

El segundo disparate es el de esta Ley Trans que permite la conversión instantánea de género cómo si fuéramos caracoles o peces payaso, animales ambos que tienen la facultad de cambiar de sexo a conveniencia. Y lo mejor de todo es que semejante ocurrencia ha salido de la cabeza pensante de una supuesta feminista que se merecería, en caso de necesitarlo, que quien acudiera a rescatarla fuese el bombero jeta que no ha sido capaz de superar su oposición.